sábado, 28 de noviembre de 2009

De como recogemos lo que sembramos.


Hoy he decidido no hablar de Sevilla, porque no. Porque no me apetece. Porque, querida Sevilla, te mereces que se hable de ti con buenas palabras, de sevillanas maneras, con cariño y con amor, y no para vilipendiarte. Cuando me mudé aquí, una prima mía me comentó que iba a sufrir en mis carnes lo que es vivir en una ciudad grande, grandiosa, con un gobierno pequeño. Tan pequeño que no sabe lo que hacer para salir en la foto. Tan pequeño, que la ciudad les viene demasiado grande. Tan pequeño... Es que los chistes no me salen, y no quiero caer en la broma facil. Lo siento.

Hoy vamos a ver como enfrentarnos a la Ley de Economía Sostenible. O, como dice mi querido amigo Javi García, como Zapatero nos toca los... termostatos. ¿Como es posible que el Gobierno pretenda regular la temperatura de los locales privados de acceso público? Y con un gasto público de 20.000 millones de €, de los cuales la mitad la habrán de aportar las entidades financieras, pero eso si, de forma voluntaria, y de aplicación a partir del año 2013. Esto es, que quien venga detrás, que se las ventile como buenamente pueda. Parece que la ley la ha elaborado el Grupo Risa, en un ratito, con cervezas y cuencos de jamón de mono, en una tarde de viernes. Me parece tan increíble como penosa la comparación que se puede hacer entre Sevilla y España. Ambas son dos símbolos de señorío, de clase, de estampa, de educación y de presencia. Y ambas están regidas por gobiernos pequeños, insulsos, inanes, hieráticos, pasivos. Gobiernos que no saben lo que se han de traer entre manos. Y que no hacen nada de nada, más que ejercer su actividad legislativa con normas que nos encaminan a una debacle social y económica. Me recuerdan a los señores feudales, ejerciendo el derecho de pernada con la más fea, no porque sientan atracción hacia ella, sino por el ansia de poder. Parece que no hay rumbo marcado, que no hay hoja de ruta. Nos gobiernan a base de impulsos, cual niño que ansía un caramelo, más no razona, sino que llora y patalea por él, hasta que se cansa, y a por otra cosa.

Y que decir de la justificación de la modificación de la Ley del Aborto. Simplemente deleznable. Y demagogica. No entiendo como es posible decir públicamente que se pretende, con esta nueva ley, "evitar que ninguna mujer vaya a la cárcel por abortar". ¿Acaso la señorita Aído no ha leído el Código Penal? ¿O es que los asesores jurídicos no tienen ni idea de lo que se traen entre manos? Porque cualquier alumno de primero de Derecho sabe que la mujer, con la vigente normativa penal, no puede ser encarcelada en la vida. Si esta es la justificación, mal vamos. Decía Cicerón, en sus Oficios, que cuatro son los principios de la honestidad: Prudencia, Fortaleza, Justicia y Templanza. Desgraciadamente, en las actuaciones gubernamentales no se aprecia prudencia, pues se busca el enfrentamiento social; no se encuentra justicia, pues vulnera todos los principios de igualdad que propugna la Constitución Española; no se halla fortaleza, pues la legislación a base de impulsos muestra la debilidad del Ejecutivo; y, obviamente, no se aprecia templanza, pues la moderación brilla por su ausencia.

No obstante, tenemos lo que nos merecemos. Y, viendo la cultura general de este país, donde nos preocupa más si la Esteban va a presentar las campanadas con Mermelada que la posible debacle económica de la nación, desgraciadamente si nos merecemos un gobierno que nos mienta. El señor Rubalcaba se equivocaba en 2004. Y, lo que es peor, con la connivencia de todos. Que pena.

1 comentario:

  1. Muy bueno Sergio. No se te da nada mal esto de escribir. Gonzalo

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